martes, 21 de noviembre de 2017

La Agonía de Cristo


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LA AGONIA DE CRISTO 
Mat 26:36  Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro. 
Mat 26:37  Y tomando a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera. 
Mat 26:38  Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo. 
Mat 26:39  Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú."
Mat 26:40  Vino luego a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora? 
Mat 26:41  Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. 
Mat 26:42  Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad. 
Mat 26:43  Vino otra vez y los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño. 
Mat 26:44  Y dejándolos, se fue de nuevo, y oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras. 
Mat 26:45  Entonces vino a sus discípulos y les dijo: Dormid ya, y descansad. He aquí ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores. 

Si no interpretamos bien esta lectura y creemos que lo que le pasaba a nuestro Señor Jesucristo era que tenia tanto miedo que se quería echar para atrás estamos equivocados.
Y quizas te preguntes: "entonces cual era la copa que sugirió el Señor que, de poderse, no pasara?"

Veamos los comentarios de Matthew Henry:

Vv. 36-46.El que hizo expiación por los pecados de la humanidad, se sometió en el huerto del sufrimiento a la voluntad de Dios, contra la cual se había rebelado el hombre en un huerto de placeres. Cristo llevó consigo, a esa parte del huerto donde sufrió su agonía, sólo a los que habían presenciado su gloria en su transfiguración. Están mejor preparados para sufrir con Cristo los que, por fe, han contemplado su gloria. Las palabras usadas denotan el rechazo, asombro, angustia y horror mental más completos; el estado de uno rodeado de penas, abrumado con miserias, y casi consumido por el terror y el desánimo.
Ahora comenzó a entristecerse y nunca dejó de estar así hasta que dijo: Consumado es. Él oró que, si era posible, la copa pasara de Él. Pero también mostró su perfecta voluntad de llevar la carga de sus sufrimientos; estaba dispuesto a someterse a todo por nuestra redención y salvación. Conforme a este ejemplo de Cristo, debemos beber de la copa más amarga que Dios ponga en nuestras manos; aunque nuestra naturaleza se oponga, debe someterse. Debemos cuidar más de hacer que nuestras tribulaciones sean santificadas, y nuestros corazones se satisfagan sometidos a ellas, que lograr que los problemas sean eliminados.
Bueno es para nosotros que nuestra salvación esté en la mano de Uno que no se adormece ni se duerme. Todos somos tentados, pero debemos tener gran temor de meternos en tentación. Para estar a salvo de esto debemos velar y orar y mirar continuamente al Señor, para que nos sostenga y estemos a salvo.
Indudablemente nuestro Señor tenía una visión completa y clara de los sufrimientos que aún tenía que soportar y, aun así, habló con la mayor calma hasta este momento. Cristo es el garante que decidió ser responsable de rendir las cuentas por nuestros pecados. En consecuencia, fue hecho pecado por nosotros, y sufrió por nuestros pecados, el Justo por el injusto; y la Escritura atribuye sus sufrimientos más intensos a la mano de Dios. Él tenía pleno conocimiento del infinito mal del pecado y de la inmensa magnitud de la culpa por la cual iba a hacer expiación; con visiones horrorosas de la justicia y santidad divina, y del castigo merecido por los pecados de los hombres, tales que ninguna lengua puede expresar ni mente concebir. Al mismo tiempo, Cristo sufrió siendo tentado; probablemente Satanás sugirió horribles pensamientos todos tendientes a sacar una conclusión sombría y espantosa: estos deben de haber sido los más difíciles de soportar por su perfecta santidad. ¿Y la carga del pecado imputado pesó tanto en el alma de Aquel, de quien se dijo: Sustenta todas las cosas con la palabra de su poder? ¡En qué miseria entonces deben hundirse aquellos cuyos pecados pesan sobre sus propias cabezas! ¿Cómo escaparán los que descuidan una salvación tan grande?  (Comentarios de Matthew Henry)

Entonces notamos que se trataba de la copa de la ira de Dios! tan amarga; era abominable! y Jesús, el hijo de Dios, que no había pecado, tendria que tomarla, esta contenía toda la pesades de los pecados del mundo; así que mas que el dolor físico El deba recibir toda la ira del Padre resultado del pecado de la humanidad y sumamos a esto que, a esta abominación y maldición, se incluiría la separación de El con el Padre mientras se pagaba la deuda en la cruz del calvario. si! por única vez fue necesario que el Padre se apartara del hijo y estoy seguro que esto era lo que mas le atormento a Jesús!

Nuestra mente humana puede creer que esta agonía que llevo a Jesús a sudar gotas de sangre era por el temor a los golpes; a los latigazos y al martirio de los clavos incrustados en sus manos y pies, que si fue de verdad en gran manera doloroso pero hay cuestiones mas profundas como el cáliz del pecado, una copa abominable y la separación con el padre lo que en verdad martirizo a nuestro amado Salvador.

Y Solo una razón hubo para soportar todo esto: Hacer La Voluntad de Dios !!

Los comentarios de Jamieson-Fausset-Brown,  según el mismo evento descrito en Lucas 22:39-46, dicen lo siguiente:

39-46. LA AGONÍA EN EL HUERTO. 
39. como solía—Véase Joh_18:2. 

40. aquel lugar—el Huerto de Getsemaní, en la falda occidental del monte, hacia la ciudad. Cotejándose todos los relatos de esta escena misteriosa, los hechos parecen éstos: (1) Mandó que nueve de los Doce quedasen “aquí”, mientras él iba y oraba “allí”. (¿Eran “nueve” los discípulos que quedaban más lejos? ¿Dónde estaba Judas en aquellos momentos? Parece que él estaba más lejos todavía, con las autoridades judías. Nota del Trad.) (2) El “toma consigo a Pedro y a Jacobo y a Juan, y comenzó a atemorizarse, y a angustiarse. Y les dice: Está muy triste mi alma, hasta la muerte”: “Me siento como si la naturaleza se hundiese bajo esta carga, como si la vida fuese menguando, y la muerte viniera antes de su tiempo”,—“quedaos aquí, y velad conmigo”; no, “Testificad de mí”, sino “Acompañadme.”. Parece que le hacía bien tenerlos a su lado. (3) Pero pronto ellos fueron demasiada carga para él: El tuvo que estar solo. “Y él se apartó de ellos como un tiro de piedra”; aunque bastante cerca para que ellos fuesen testigos competentes; y se arrodilló, pronunciando aquella oración impresionante, (Mar_14:36): “que si fuese posible,… traspasa de mi este vaso (de su próxima muerte) empero no lo que yo quiero, sino lo que tú”; dando a entender que en sí era tan completamente repugnante, que únicamente el hecho de que era la voluntad del Padre, le persuadiría a gustar de él, pero que en aquel aspecto de él, él estaba perfectamente preparado a beberlo. No es una lucha entre una voluntad poco dispuesta y una voluntad sumisa, sino entre dos aspectos de un solo acontecimiento, un aspecto abstracto y otro aspecto relativo de él, en uno de los cuales fué repugnante, en el otro aceptable. Dando a entender cómo se sentía en un aspecto, revela su hermosa unidad con nosotros en la naturaleza y sentimiento; expresando cómo lo consideraba a la luz del otro, revela su absoluta sujeción obediente a su Padre. (4) En esto, teniendo un alivio momentáneo, porque se le venía, nos imaginamos por oleadas, él vuelve a los tres, y hallándolos durmiendo, les habla con cariño, especialmente a Pedro, como en Mar_14:37-38. (5) Entonces vuelve, no a arrodillarse ahora, sino a caer sobre su rostro en la tierra, pronunciando las mismas palabras, mas esta vez: “Si no puede este vaso pasar”, etc. (Mat_26:42); quiere decir: “Sí; comprendo este silencio misterioso (Psa_22:1-6); no puede pasar; he de beberlo, y quiero beberlo”; “sea hecha tu voluntad.” (6) Otra vez, aliviado por el momento, vuelve y los halla durmiendo “de tristeza”; les advierte como antes, pero pone en ello una interpretación cariñosa, separando entre el “espíritu presto” y la “carne enferma”. (7) Volviendo una vez más a su lugar solitario, las oleadas surgen más alto, lo sacuden más tempestuosamente, y parecen hundirlo. Para fortalecerlo en esto, “le apareció un ángel del cielo confortándole” no para proveer luz y consuelo (él no había de tener nada de esto, y los ángeles no hacían falta, ni eran capaces de comunicarlo). sino solamente para sostener y vigorizar la naturaleza deprimida para una lucha todavía más violenta y más feroz. Y ahora “está en agonía, y ora más ardientemente (aun la oración de Cristo, parece, permitía y ahora exigía tal aumento) y su sudor fué como si fueran grandes gotas (literalmente coágulos) de sangre que caían sobre la tierra”. ¿Qué fué esto? No su ofrenda propia de sacrificio, aunque esencial para ella. Fué sólo la lucha interna, apaciguándose aparentemente antes, mas ahora surgiendo de nuevo, convulsionando su hombre interior todo, y afectando esto de tal manera su naturaleza animal, que el sudor manaba de todos los poros en espesas gotas de sangre que caían a tierra. La naturaleza temblorosa y la voluntad indómita luchaban juntas. Pero una vez más el grito: “Si tiene que ser, hágase tu voluntad”, sale de sus labios, y todo termina. “La amargura de la muerte ya pasó”. El había previsto, y ensayado para su conflicto final, y ganado la victoria, ahora en este teatro de una voluntad invencible, como luego en la arena de la cruz. “Quiero sufrir”, es el gran resultado de Getsemaní: “¡Consumado es!” es el grito que resuena desde la cruz. La Voluntad sin el Hecho habría sido en vano; pero su obra fué consumada cuando llevó la Voluntad ahora manifestada al Hecho palpable, “en la cual voluntad somos santificados por la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una sola vez” (Heb_10:10). (8) Al final de toda la escena, hallándolos todavía dormidos (agotados por la continua tristeza y ansiedad que los afligia), les manda, con una ironía de profunda emoción: “Dormid ya, y descansad: basta, he aquí ha llegado la hora, y el Hijo del hombre es entregado en manos de pecadores. Levantaos, vamos; he aquí ha llegado el que me ha entregado.” Y mientras hablaba, se acercó Judas con una banda armada. Ellos se habían mostrado “consoladores miserables”, cañas cascadas; y así en toda su obra estaba solo, y “del pueblo nadie estaba con él.”

Santo, Santo, Santo, nuestro Señor Jesucristo! 
Obediente hasta la muerte por amor a nosotros! 
Digno de que toda rodilla se doble ante El!